Los artistas Antonio Vázquez y Vicente Denis se juntaron en un lugar de la Mancha en el verano de 2016. Desempolvaron antiguas imágenes y las proyectaron sobre la enorme pared blanca de una vieja bodega.
Para su sorpresa el efecto se multiplicaba exponencialmente en un formato grande: cada línea, cada punto se veía en ese lienzo gigante.
En ese momento, decidieron seguir investigando las infinitas posibilidades que les ofrecían las texturas proyectadas en diferentes espacios y sobre diferentes superficies.